Día 13:
Amanece en la tienda. Ha empezado a llover a las 8 de la mañana. No está mal para ser Noruega. Ya nos vamos acostumbrando.
Una ducha, algo de comer y a pagar a la oficina del camping. Son las 9 de la mañana. La oficina abre a las 10:30. Dilema.
Lo intentamos, creedme que lo intentamos.
Sigue lloviendo y Trondheim ofrece algo perfecto para este tiempo de perros: visitar su preciosa catedral. Esta catedral es la construcción medieval más grande de Escandinavia, y eso ya es decir mucho en unos países donde casi todo está hecho de madera. Lo cierto es que es bonita. Incluso tienen la tumba de San Olav aquí mismo, bajo el altar principal, quién lo diría.

¿Qué quién era San Olav? Pues al parecer fue un rey vikingo que abandonó la religión pagana por el cristianismo y que se dedicaba a las batallitas contra los impuros y pecadores de corazón, a saber, casi todos los demás aquí en el norte. Así que en una de estas juergas, al final, acabaron mandándole al cielo. O, más bien, lo mandaron bajo el altar mayor de la catedral. Dulce descanso eterno.
El día está lluvioso y no hay visos de mejora.
Una vuelta por el centro histórico al otro lado del río, cruzando el Gamle Bybro, y una visita a la sinagoga más septentrional del mundo completan nuestras horas en la ciudad. Vaya, es sábado, el día de descanso para los judíos. Sustituimos visita a sinagoga por bar. ¿Votación? Mayoría absoluta.
El camino hacia el norte hoy será largo.

El primer destino al dejar Trondheim es el infierno, esto es, Hell. Un pueblo cercano que tiene el mismo nombre que la morada del diablo. Como no podía ser de otra forma toca sacarse la foto de rigor en la estación de trenes del infierno. Por un momento se me pasa por la cabeza el baile simpaticón de Angus Young de AC/DC rasgando sus guitarras salvajes en el andén de esta estación y cantando aquello de Highway to hell.

Sí, highway. Eso es lo que necesitan en este país.
Sigue lloviendo.
Leyendo nos hemos enterado de que la ruta de peregrinaje más importante del norte de Europa se encuentra en estas tierras. Igual que a Jerusalén la gente va a ver los Santos Lugares, a Roma a ver la tumba de San Pedro, a Santiago a visitar los resto de Santiago (lógico), aquí la gente viene a visitar la tumba de San Olav, el rey santo. Pero no sólo van a la catedral de Trondheim donde descansan sus restos, si no que caminan otros 119 kilómetros más hacia el norte, que es donde se encuentra el campo de batalla en el que perdió la vida y, tras la cual, fue canonizado.
Está claro, antes te hacían santo según ibas acabando con la gente.
Es escuchar campo de batalla y allá que nos dirigimos. A ver si se nos pega algo del pundonor guerrero vikingo.
Pero no, lo que se pega en la modorra infinita de un día pasado por agua, 70 coronas de entrada y 2 bodas en la capilla del campo de batalla. Esto no está hecho para nosotros. Visitamos las cuatro casitas reconstruidas de una calle antigua y continuamos dirección al norte.
El país se estrecha en estas latitudes hasta convertirse en uno delgadito de no más de 100 km de ancho.
Hay una parada a la que tenemos ganas, Sjøgata, al parecer aquí se encuentra una de las calles antiguas mejor conservadas del país. Hace frío, como no, y llueve.
- Según os acerquéis al norte la cosa se irá poniendo peor – alguien nos hizo este comentario días atrás, así no sé si reirme o llorar.
Desde lo lejos podemos ver que algo sucede en la famosa calle. Cintas atraviesan los accesos y gente ataviada con llamativos chalecos nos interrumpe cuando nos acercamos:
- ¿Qué es lo que pasa hoy en esta calle? -preguntamos.
- Es la fiesta de la ciudad, esta noche habrá musica en directo por diferentes zonas de la calle. La entrada cuesta 150 coronas. Va a estar muy animado.
Me entra la risa. Me miran serios. Trato de poner cara de comprensión con su fiesta. La risa no es por el precio, si no por como suena eso de “fiesta de la ciudad”. Una calle, una vez al año.
- Ok, disfrutad de la fiesta – contestamos.
Otra vez será. Dirección norte de nuevo.
Nuestro intención esta mañana había sido tratar de hacer noche cerca de Mo i Rana y, ahora que estamos tan cerca, nos vemos con fuerzas para continuar y tratar de dormir un poco más adelante.
Los días son muy largos. La noche ya casi no existe y hay una luz extraña que lo ilumina todo. Todavía el sol se esconde y vuelve a salir. Por nuestros cálculos tendremos que andar cerca del Círculo Polar Ártico.
Todavía no hemos atravesado la línea imaginaria que divide estas tierras entre el norte frío y el norte helado, pero mañana tendremos ocasión de conducir a través de ella y tratar de averiguar qué se siente al otro lado.
Al borde de la carretera hay una pequeña zona de descanso, Hay varias caravanas y un par de camiones. No hace una temperatura como para poner la tienda y dormir a la intemperie así que optamos por pasar la noche dentro del coche. De momento, calentitos.

Día 14:
Me despierto a las 3 de la mañana. Hace un frío helador. Los pies hace tiempo que he dejado de sentirlos. Ya los doy por desaparecidos hasta que me despierte y les obligue a mantenerme en pie.
Intento dormir de nuevo y me vuelvo a despertar a las 5, a las 6 y a las 7. Visto lo visto es mejor ponerse en marcha y llegar a Bodø cuanto antes. Quizá hoy pueda llegar a ser un buen día.
Volvemos a la carretera con cara y ánimo somnoliento cuando, de pronto, a dos kilómetros de donde habíamos establecido nuestra base dormitoria, nos sorprende un letrero: Bienvenido al Círculo Polar Ártico. Ya decía yo que este frío no era muy normal. ¡Hemos dormido a 2 kilómetros de la línea mágica!
Son las 7:30 de la mañana y nos encontramos en la línea en la que comienza el Círculo Polar Ártico. Es una sensación extraña. Miro a uno y otro lado. ¿Qué separa esta línea?

Los grandes bosques parece que en este tramo han dejado paso a extensiones un poco más desoladas. Los ríos bajan puros, cristalinos, la nieve permanece en las cumbres y el viento sopla con fuerza. Por momentos se me vienen a la mente todas esas fotos que uno ha visto de otras regiones como Alaska o el norte de Canadá. No deben ser muy diferentes de lo que estoy viendo en estos momentos. De verdad, aquí Noruega ha dejado de lado los frondosos bosques para encomendarse a las piedras que habitan esta región.
Es domingo. En menos de dos horas llegaremos a Bodø, cada vez más cerca de Nordkapp.
Nuestra llegada a la ciudad es triunfal. Ni un alma por la calle. Me siento como en una de esas película de zombies. A la vuelta de la esquina me podría encontrar con un noruego de bien o con un zombie hambriento, que todo me sabría igual, a estas horas de la mañana tanto me da.

Todo está cerrado. El bar que más temprano abre es a las 12 de la mañana, esa es la hora objetivo, entonces podremos tomarnos un buen cafecito mañanero. Mientras tanto habrá que matar el tiempo visitando algún lugar interesante. Y lo encontramos: Iglesia del siglo XIII a tres kilómetros del centro. Pues allí que vamos. Al llegar nos sorprende un cartel: Se está celebrando una misa, por favor guarde respeto. Y en menos de un minuto llega un autobús de alemanes. De verdad, ¿esta gente no duerme?

Ya puestos a visitar iglesias nos metemos en la catedral. Es curiosa, forma de barco invertido y campanario separado de la nave central. Acaban de terminar la misa. Afuera están con su cafecito y discutiendo las jugadas del día, bueno, el sermón del día. No entiendo nada de lo que dicen, pero seguro que es algo de eso. ¿Hay algo más apasionante?
Dios, que cansancio de ciudad. Quizá sea por las horas de sueño que han desaparecido esta noche, pero lo cierto es que la mañana se me hace larga. Incluso nos dedicamos a lo mismo que se dedican aquí los domingos por la mañana: ir al puerto y pasear de arriba para abajo.

A primera hora de la tarde quedamos con Eirik y Rita, que nos harán un rinconcito en su casa. ¿Rita? Eso no suena muy noruego ¿no? ¡Argentina! ¡Viva el tango, Bergoglio y Maradona! Por fin alguien con el que parlotear en castellano. Sí amigos, rozando el fin del mundo, por su parte superior, me encuentro con una argentina de Buenos Aires. El viaje nos depara sorpresas a la vuelta de cada esquina.
Y Eirik, su marido. Qué decir de un tío que cuando menos te lo esperas te suelta:
- Mostovoi jugaba en el Celta de Vigo, ¿no?
Increíble.
Pero más increíble es cuando aparece con la camiseta del Celta de Vigo. Se me caían las lágrimas de emoción. Pero, ¿qué hace un tío en mitad de la nada en Noruega con una camiseta del Celta? ¿Y qué me decís de esto? Sus equipos españoles favoritos son el Tenerife y el Espanyol, por ese orden y con un par.
Preparamos nuestra delicatessen para cenar (entiéndase, cena de supervivencia), abrimos una botella de vino y cenamos escuchando Luar na Lubre.
Parece que ha llegado el día de la morriña.

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