garniellastravel

Viajes & Letras


Por la costa este de Islandia

Anoche acabamos hablando con un italiano sobre el funcionamiento de la política en España:

  • Fraga era de Galicia, ¿verdad? Y también lo era Franco ¿no?

Qué decir a esto. Estás muy bien informado querido amigo.

Por alguna extraña razón salimos del albergue inusualmente temprano. Afuera ya están los dos personajes jugando al ajedrez con su taza de café en la mano. Una pareja de treintañeros que pasan su tiempo delante de un tablero, sin hablarse siquiera, como queriendo hacer un guiño a la historia de ese gran Bobby que una vez caminó por esta isla.

Seyđisfjördur es tranquilo, apenas cuatro calles con casas de madera y una iglesia de color azul. Entre ellas destaca una sobre el resto, el consulado sueco. Algo más de seiscientas personas viven en este pueblo, que supone la primera vista cuando se llega en ferry desde Dinamarca.

“El Grillo”, nombre castellano para uno de los bares de Seyđisfjördur. “El Grillo”, nombre del buque de carga que descansa desde 1944 en el fondo del fiordo desde que tres Fockes nazis con base en Noruega interrumpieran la tranquilidad de esta pequeña localidad. El Grillo era un barco de bandera inglesa que operaba en estas tierras, igual que parte del ejército británico y, más tarde, el americano.

IMG_3176 copia

IMG_3175 copia

Un tranquilo paseo y una sabia decisión nos llevan a sentarnos en una de las mesas de un bar que parece sacado directamente de una de esas capitales europeas tan de moda últimamente. Buena música, vinilos, juegos de mesa, wifi, tartas caseras y unos baños radiantemente decorados con todos los grafitis habidos y por haber. Posiblemente todos los habitantes de este pueblo hayan pasado alguna vez en sus vidas por estos retretes, dejando su impronta en paredes, puertas y demás mobiliario.

La misma carretera 93 que ayer nos conducía a Seyðisfjörður nos aleja del valle rumbo a Egilsstadir, ciudad de cruce de caminos al borde del lago Lagarfljót. Cuentan que en este mismo lago habita un ser criptozoológico, una criatura extraña cuyo origen se pierde en los tiempos. Lagarfljótsormur, que así es como se llama, es mencionada por primera vez en el siglo XIV, y sus avistamientos, reales o no, llegan hasta nuestros días. Es fácil comprender como esta tierra está llena de leyendas, misterios y criaturas fantásticas que viven bajo piedras o lagos; el clima, la soledad, las distancias en esta isla ayudan a crear este ambiente de creencias en el que me sumerjo de vez en cuando en busca de algo más que me ayude a comprender el porqué de Islandia.

Y quién sabe, el porqué de esta isla para nosotros, esta mañana, es la oferta que hemos descubierto en el Bonus: 10 chocolatinas Mars por menos de 600 coronas, menos de 4 euros al cambio. Hemos descubierto la base fundamental de nuestra dieta para los próximos días.

  • De verdad, al llegar a España me voy a hacer una reducción de estómago –comenta Pedro.

La 92 hacia el sur se convierte en un apacible paseo entre paisajes islandeses, diversos, verdes, hasta llegar a Reyðarfjörður; la que otrora era una reposada población de la costa se ha convertido en una multicultural miniurbe gracias a la enorme y horrorosa factoría que se asienta a los pies del fiordo. Hasta aquí han llegado las multinacionales del aluminio para configurar un paisaje industrial en mitad de la bella Islandia. Donde antes había campos verdes, hay ahora naves, chimeneas y puestos de trabajo, no solo para islandeses ávidos de un próspero hogar en la costa este, si no también para trabajadores venidos de media Europa, principalmente de Polonia, para establecer una mini Varsovia (o mini Cracovia) con sus productos, tradiciones y mafias importadas.

IMG_3188 copia

Dejarse llevar hacia el sur equivale a entrar en un paréntesis de 6 km de longitud, justo la longitud del túnel que atraviesa la montaña de norte a sur para mostrarnos, un poco más adelante, Fáskrúðsfjörður. Hasta aquí llegaron pescadores franceses en el siglo XIX para pescar estas costas y, ya de paso, fundar una población en la que, hoy en día, todavía podemos leer el nombre de sus calles tanto en islandés como en francés. Sin embargo nuestro destino está a unos cuantos kilómetros de aquí, hoy llegaremos a Berunes, justo frente a la pequeña población de Djúpivogur, en el fiordo de Berufjörður. El albergue es una pequeña granja de principios del siglo pasado ubicada frente al mar y bajo el paraguas de las montañas orientales. Frente al albergue está la vieja iglesia local y el cementerio, lugar de descanso obligatorio en estas tierras. Nuestra habitación está en el edificio principal, todo construido en madera, las puertas pequeñas, la cocina antigua, las escaleras minúsculas, nada ha cambiado en los últimos 100 años. Todo hace ruido, los tablones del suelo, el viento en las ventanas y la cama. Los dos chavales que esta mañana estaban en Seyđisfjördur jugando al ajedrez vuelven a estar a la puerta de este albergue jugando de nuevo su interminable partida. Amarrados a sus botellas de cerveza nos ofrecen una sonrisa cuando pasamos a su lado.

IMG_3192 copia

Es tarde cuando una pareja entra en la casa. Me encuentro escribiendo este relato en la mesa del comedor. Se sientan a la mesa y empezamos a conversar.

  • Españoles, ¿verdad? – pregunto.
  • ¡Vaya! ¿Se nos nota mucho? – me contesta el nuevo amigo sorprendido.
  • Un poco sí. Será porque habéis estado hablando en castellano desde que habéis entrado. Pero decirme, ¿de dónde sois?
  • Él es de Madrid –me dice ella- y yo soy de Ourense.

Y es así, cuando menos te lo esperas, como aparecen los recuerdos de Galicia para sembrar de morriña esta isla de verdes campos.

 Más fotos en la galería y en Flickr

Deja un comentario