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Viajes & Letras


Seydisfjördur, lugar para la felicidad

Akureyri se despierta poco a poco, agitada por los turistas que hacen escala en esta, la segunda mayor ciudad de la isla. Turistas de barco, de autobús, turistas solitarios, de autoestop y de coche alquilado. Akureyri es más que eso,una tranquila población del norte en la que calles, bares, y comercios parecen vivir en un alboroto constante.

Nuestra meta al final del día será la costa este, Seyđisfjördur, un pueblo pesquero de poco más de 600 habitantes clave en la Segunda Guerra Mundial. Lugar de intrigas, soldados, aviones y, hoy en día, paz infinita.

El lago Mývtn vuelve a salir a nuestro encuentro en plena ruta hacia Krafla, una zona volcánica llena de fisuras en la tierra por donde se escapan los temibles humos del infierno. Hverir nos recuerda que la zona por la que conducimos está activa permanentemente. Aquí nos encontramos con fumarolas, charcos negros, olor a huevos podridos, y un autobús cargado de valientes ancianos alemanes. A quienes se les presupone cordura, experiencia, y responsabilidad, no hacen más que saltarse las barreras de seguridad y asomarse al borde de las humeantes grietas. Estos pobres abuelos temen menos por su vida que por su cámara de fotos.

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Unos kilómetros más adelante el cráter Viti, con su lago verdoso interior, se muestra como el escenario de un circo de dimensiones astronómicas: aquí un japonés sufriendo cuesta arriba con su cámara al cuello tratando de no ahogarse por el terrible (supongo que para él) esfuerzo de correr; allá, al otro lado del cráter, tres intrépidos se dedican a jugar inexplicablemente con su vida saltando al borde del precipicio; en medio, y como poniendo la nota discordante a todo este paraíso de volcanes, un entrañable anciano, de unos 80 años de edad, sube enérgicamente la cuesta del volcán mientras agita los brazos en estiramientos imposibles para mi propio cuerpo.

Dettifoss es belleza. Quinientos metros cúbicos de agua deslizándose hasta sentir que flotan en el aire camino de una nueva corriente 40 metros más abajo. Porque sí, Dettifoss es la mayor cascada de Europa en cuanto a caudal se refiere. Una obra de arte de la naturaleza que se completa con un arcoíris doble. Este sitio, en esta roca, aquí sentado, supone (al menos para mí) una de las visiones más espectaculares con las que disfrutar en una tarde cualquiera.

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Seyđisfjördur se encuentra en un pequeño fiordo rodeado de cascadas. De alguna manera se asemeja al recóndito lugar que alguna vez soñamos, difícil acceso, puerto natural y tranquilidad a raudales. Hoy nos quedamos en el Youth Hostel, situado en el edificio donde antiguamente se encontraba el hospital de la zona. Esta reconversión amenaza con teñir todos mis sueños nocturnos de famélicos espíritus de otros tiempos que se resisten a abandonar este lugar. Pero no, las que han resistido aquí son las camas, pequeños armatostes chirriantes. Nada más entrar en el albergue nos recibe un chico asiático:

  • Tú eres de Japón, ¿verdad? -le pregunta Pedro.
  • ¿Yo?, que va. Soy de Glasgow
  • Esto es muy tranquilo. También aquí dejáis las puertas abiertas como en Escocia ¿no? –no entiende esta ironía gallega hasta que Marta le explica a qué se debe.
  • Pues no, en Escocia nos apuñalamos.

Nuestro amigo está haciendo su tesis doctoral sobre la felicidad, aquí, en un pueblo perdido del norte de Islandia. Quizá sea un buen sitio para hablar sobre la felicidad.

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