Día 1:
Embarco a las 23:30 destino Kristiansand.
Situación: sentado en mi asiento de clase comfort, como no podía ser de otra manera. Viendo la lluvia golpear el cristal del ferry.
Hecho: En menos de 5 minutos escucho a través de un walki-talki: «… det er en spansk bil», lo que viene a ser «… es un coche español». Y mis primeros pensamientos son: «joder, ¿me habré dejado el freno de mano sin poner y está el coche armándola cojonuda en la bodega?» Pero no, no ha sido mi coche. Al parecer hay otro coche español con la alarma desatada torpedeando las labores de embarque a estos tan relajados noruegos.

Que hay otros españoles en el barco queda confirmado cuando a eso de las 00:30, con la cabina en silencio por completo se escucha, cual grito becerril:
- ¡Pero quieres dejar ese maldito ordenador de una vez!
Hecho confirmado. No estamos solos. Hay alguien ahí afuera.
El viaje es tremendo, en cuanto salimos a mar abierto las corrientes y los vientos del oeste hacen del viaje una montaña rusa marítima bellísima. Bellísima para mí, que con esos movimientos me he quedado dormido de inmediato. El resto no ha pegado ojo y unos asientos más allá hay una mujer que debe estar expulsando al demonio de sus adentros. Pobriña. La nota folclórica la ponen dos alemanes barbudos que, en cuanto han abierto el dutty free, han hecho de la cerveza su verdadera y única patria. Y así, entre sorbo y sorbo cervecero, los vi salir a cubierta en mitad del temporal… y no volver. Pero tranquilos, no desesperéis, siguen vivos. En la aduana estaban hablando animadamente con un policía mientras se llevaban su furgoneta. Se ve que han hecho su primer amigo en tierras noruegas.
Bienvenidos a Noruega, gente de bien.
La primera noche dormimos en casa de una chica de couchsurfing. Duermo a pierna suelta en un sofá bastante cómodo hasta que me despierta la luz del sol, a eso de las 4:00 de la mañana. Benditas persianas que aquí desconocen.

Día 2:
Hora de conocer este bendito país. Salimos dirección este y mi primera impresión es:
- ¡Coño! ¡Cómo se parece esto a la autovía Vigo-Ourense!
Pues sí, por momentos me da la sensación de estar recorriendo tierras gallegas con sus montañitas verdes, sus arbolitos, las piedras enormes que coronas las colinas… Aunque esa sensación termina al leer los carteles de la carretera: Grimstad 15 kr. Toma ya, en cuanto te descuidas estos noruegos te cobran por cualquier cosa. Aquí se paga asociando tu matrícula a la tarjeta de crédito, muy moderno todo. Así que, en el momento de pasar bajo unos arcos muy bonitos, tu tarjeta salta de alegría mientras contribuyes modestamente al mantenimiento de este pobre país. Este primer día nos hemos detenido en Lillesand, Grimstad, Arendal, Risør, y no sé si algún pueblo costero más. Sinceramente, visto uno, vistos todos. Eso sí, bonitos son. Con sus casitas de madera todas pintaditas de blanco, sus habitantes morenos en tono rojo quemado, sus kioskos de helados a 7 euros, los barquitos alineados con escuadra y cartabón… Vamos, una pulcritud insana.

Dejamos la costa por la carretera 38 camino del interior. Bordeamos lagos como el Nisser, cenamos algo y buscamos un buen sitio donde plantar la tienda de campaña. Son las 10 de la noche y hay una luz increíble, así que seguimos buscando. Todo parece monte impracticable cuando, en lo alto de una cuesta, nos encontramos con un hotel abandonado. Fiesta total. Inspeccionamos el recinto. Descubrimos un tippi de madera abandonado, dos furgonetas holandesas preparándose para pasar la noche y, sorpresa, una pista para esquí de fondo y tiro con rifle, que al parecer es un deporte que se llama biatlón y existe de verdad.
Dejamos marcado el buen sitio en el gps y seguimos ruta por si encontramos un sitio mejor. Y así, carretera y carretera, se nos hace de noche a las 23:30. Y es entonces cuando empieza a llover a mares.
Problema: Noche, lluvia y sueño.
Solución: Reclinación de asientos y a dormir.
Pues sí señores, primera noche en el coche. Y seguro que no es la última


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